Nicolás de Maquiavelo escribió una de las obras más
importantes de teoría política: El
príncipe. Es una obra pesimista en la que no hallamos un ápice de idealismo
o espíritu utópico: quien quiera fundar un Estado y dotarlo de leyes, debe
suponer de antemano que los hombres son malvados. El hombre es malo porque es
egoísta y no desea nada más que defender sus intereses. Y esto es tan cierto
para el príncipe como para sus súbditos. Por eso, el arte de la política
consiste en conciliar sus egoísmos.
El príncipe, nos dice Maquiavelo, debe ser a la vez zorro y
león: zorro para tomar el poder con astucia y león para conservarlo por la
fuerza, una vez que lo ha conseguido. Aquí tiene poco que ver la moral; si el
príncipe se hace cordero, será devorado. Por eso el príncipe debe ser capaz de
utilizar la crueldad cuando sea necesaria. El príncipe " sólo considera el
resultado"; y si triunfa, "todos los medios utilizados serán juzgados honorables". O sea, en política,
el fin justifica los medios.
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